Fuente: El Correo
- El Gran Wyoming y Santiago Segura apadrinaron el acto, donde se agotaron las tapas y copas
- El Congreso Nacional de la Cocina de Autor se inauguró ayer con una fiesta multitudinaria
Todo buen menú hay que degustarlo como se merece. Con calma, paladeando sus texturas y sabores, empezando desde los entrantes. Y a eso se dedicaron de corazón las miles de personas que ayer se zambulleron con entusiasmo en la fiesta popular, un aperitivo de lujo para inaugurar el XVI Congreso Nacional de Cocina de Autor, que se desarrollará durante toda esta semana. Cita que situó a Vitoria en el mapa de la alta gastronomía y fue el germen de la actual cocina española.
Credenciales que ayer quedaron más que confirmadas en un acto que dio el pistoletazo de salida a mediodía y donde los asistentes, en apenas hora y media, no dejaron ni las migas de las 5.000 tapas elaboradas por la docena de sociedades gastronómicas participantes. Tampoco de las 3.500 copas repartidas ni de los 700 litros aportados por las seis bodegas de la Denominación de Origen Arabako Txakolina. Pero los más tardíos en sumarse a la diversión culinaria todavía pudieron degustar los sabrosos caldos de la docena de bodegas de Rioja Alava, las jugosas lonchas de ternera asada o el millar de chupitos dulces de la Asociación de Pasteleros y Confiteros de Álava.
Todo un éxito de convocatoria, según el propio Gonzalo Antón, propietario del restaurante Zaldiaran, uno de los promotores de este congreso -nacido en 1984-, junto con el crítico gastronómico Rafael García Santos, quien realizó un intenso discurso durante el acto de presentación, dirigido por José Ribagorda. El presentador de informativos lo alabó al asegurar que es la «marmita donde se ha cocinado la revolución gastronómica de este país» y lo calificó de «pionero y visionario». Por su parte, García Santos recordó unos inicios en que «cuando trajimos a Berasategui nadie sabía quién era y a Adrià le montaron un cristo de cuidado porque no entendían nada». Incidió en que «construimos la generación de cocineros más grande que se ha dado nunca», reconoció errores «al alejarnos en los precios y en lo elitista» y exhortó a «recobrar la sencillez para seguir avanzando». La nota de humor, ácido y socarrón, corrió a cargo de El Gran Wyoming y el actor Santiago Segura, perfectamente compinchados para despertar las carcajadas con referencias guasonas al gorro de cocinero, la ingesta gastronómica, el erotismo y el tamaño de las cabezas vascas. Sus bromas fueron seguidas por numeroso público, más preocupado en ocasiones por hacerse con un ticket que, por dos euros, daba derecho a una tapa, una copa de cristal y un gorro.
Para chuparse los dedos
Con tanto interés, no extraña que una de las primeras delicias en agotarse fuera el revuelto de perretxikos de la sociedad Kapildui. «Hemos utilizado seis kilos de perretxikos y quince docenas de huevos, es una receta nuestra», detallaba Claudio Aramiona, satisfecho con el reconocimiento a la labor de los txokos, protagonistas de primer orden cuando de cocina se habla. Y si no que se lo pregunten a Juan Pradell y Carlos Salinas, de La Globa, cuyas carrilleras al vino tinto con puré de patata se convirtieron en una de las tapas estrella. «Es un plato que gusta mucho a la gente, que está deseosa de tener un motivo para disfrutar de estas cosas», confirmaban. Así lo constató José Antonio Merino, gerente de Arabako Txakolina, para el que la clave es «poner precios razonables, el público responde y nos viene bien para dar a conocer un producto de la tierra».
Con ese objetivo despachaba sus ‘crianzas’ Iñigo Berzal, de la bodega Dominio de Berzal, y cuyos tintos se caracterizan por ser «vivos, modernos y equilibrados». Sin desmerecer, Soraya Villamor, Estíbaliz Gubía y Alicia Mercader se decantaban por el producto de El Señorío de las Viñas, encantadas con una fiesta de la que salían «bien comidas y con la cristalería hecha», sonreían. Eso sí, una sugerencia de cara al año que viene. «Que pongan unas mesas o sillas para apoyar las cosas y un croquis con lo que hay». Entonces puede que lo vean Paula y Andrea Carrillo y Noelia Flores, aficionadas valencianas al basket, que se chuparon los dedos con las especialidades ‘made in’ Álava. «No las conocíamos y nos han encantado», piropeaban prometiendo regresar para visitar todo «con más tiempo». Una promesa de rechupete.